domingo, 26 de diciembre de 2010

Jachtag Fanfromgel.

Seguiremos así, eres mi promesa de lejitos... y ya que sabes que me gustas, porque te lo he dicho ahora dos veces, te lo diré por tercera: me gustas. Así de lejos, así con cabello largo y retorcido, retrocido tu y tus letras, y tu mente, y me gustas con tabaco y con alcohol y con tu poncho... me gustas con lo que veo y no veo... me gustas por pequeño, Grande...



martes, 21 de diciembre de 2010

Cocainómana


Así pasó, que de repente te detuve, me detuviste y te dije: ven, que empieza a granizar.
Y así pasó por vez primera, que la suela del zapato de charol tocó tierra firme, seguro, seguro sí.
Y en ese entonces, de completa certidumbre, así pasó, como qué, como nada más, 
que improvisada, inesperada, sorpresivamente, tomaste mi cintura como tuya, 
me acercaste tanto, tanto a ti, me besaste (con ojos bien cerrados) y con mi mano reposando en tu mejilla confesé amarte. Tanto. Y así pasó, en siete líneas.


María Fernanda Salazar Romero


jueves, 25 de noviembre de 2010

Arañas y medias

Son tan jóvenes tus dedos, y tu mirada ¡esa mirada perdida entre bucles de algodón! de tu pelo algodón. Y el altavoz como curnicopia que te hace grande, Grande, de donde surgen no frutas ni uvas ni manzanas ni nueces, de donde surgen palabritas saturnianas y chispasos luminosos. Esos ojos... me pierdo en esos ojos.

Y afuera de la carpa de tu circo de animales invisibles espero al cirquero, al que va de pueblo en pueblo encantando hippies y niños intelectuales y hippies y piedras y pasto y mantas de colores. Al que vive entre café y tabaco, entre tabaco y sin mi. ¡Oh! tan sin mi y yo queriéndote tanto.




María Fernanda Salazar Romero

lunes, 15 de noviembre de 2010

viernes, 12 de noviembre de 2010

Entre jaulas te veas

Quiéreme más que ayer, pero quiéreme bien...
Y me hartan los comparativos "como el viento, como el agua, como la luz"
No. Quiéreme como tú sabes, en raciones pequeñas pero sustanciosas, a mordidas, en merienda, de noche, en la mañana, ¡pero ya!... no seas gacho.
Quiéreme con mermelada y con tristeza, con la lluvia y en la alacena.
Quiéreme a parpadeos, a arañazos, a patadas y a manazos.

¿Oye?... ¿me das la hora?
María Fernanda Salazar Romero 

viernes, 1 de octubre de 2010

A la una, a las dos y a las tres...



a la par de tu boca hablo ruiditos chispeantes / acuosos
 Cerquita / cerquita de mí tu boca sonríe
   desde la lengua  me contagia armoniosamente
     con un singular vaivén de aliento
       desde el labio que no puedo ver hasta lo profundo de tu voz
         que escucho queriendo salir

no puede
            no quiero
                           caprichosa

Pestañita que rosa con mejilla / juega a reconocer mi rostro
   que ya no es mío sino tuyo
     tuyo mi rostro mi mano mis ganas
       mi impenetrable yo que ya no es yo
         y no entiendo de nada ni de juicios ni de tiempos
           porque a la par de tu boca me pierdo te pierdes
             y ahí quedamos perdidos no mas

Reconoce mi pecho en tu mano
  léeme hasta no saber qué sigue
    te presto mi piel y llegará después la brisa del mar cercano
      y oleremos a peces y a conchas y a arena
        ahora léeme hasta no querer detenerte
          como el libro aquel que habla de mar
            y de peces y de conchas y de arena mientras te doy mi piel
              me haces marañas
               y tu cabeza se acostumbra a mi pecho

cerquita
        quédate cerquita


lunes, 13 de septiembre de 2010

De agua



La ciudad, ombligo luminoso donde las 


calmadas aguas del entonces glorioso Tenochtitlan 


aguardan para embriagar a aquellos con la fe vertida


 en la justicia incomprensible, pero justa; 


aquella no creada por el ser humanoide, parcial 


(si no es que absolutamente) cegado por él mismo: 


la justicia de la materia.


 El reclamo de la existencia misma siempre antes del hombre.




María Fernanda Salazar Romero



miércoles, 1 de septiembre de 2010

Te odio, Marx




Básicamente heme aquí, con una taza de café instantáneo al lado del la bocina izquierda de la computadora, en lo que pareciera el marco perfecto para desahogar mi actual frustración: programas de orquesta sobre el escritorio, mi vaca “amansa locos” (figurilla de cerámica que adorna la parte superior del monitor y que cuelga sus patitas de manera juguetona y bastante fantasiosa con propósitos destructivos-distractores), un Romeo y Julieta consumiéndose en un cenicero con forma de hongo hecho de resina de árbol, y todo esto conjuga, en sí, lo que me he acostumbrado a necesitar para inspirarme.

Volteo, eventualmente, a mirar mi cama. Espero algo. El sonido del celular, que Zra esté recostado en ella, que aparezca otro juego de sábanas (Dios, manifiéstate) o solo voltear como mecanismo de defensa ante la inclemencia del teclado que aguarda a que le azote con un poco de elocuencia y más cadencia de la habitual. Desea serme útil –si entendieras, adminículo inanimado, que yo deseo caprichosamente serte útil de igual modo-

Te odio, Marx. Pensaba entonces, bastante antes de proseguir escribiendo, por qué odio a Karl Marx. Y es más que un simple desacuerdo con la división de clases, o el Capital, o el contrato social, o el amplio acervo de estudios socioeconómicos que este sujeto alemán hizo, es más bien por lo popular, lo detesto por popular. Me molesta que su existencia sirva de justificante a los pomposos universitarios con cabello largo, morral de lado, lentes de fondo de botella y conversaciones pretenciosas que lo único que hacen  es ridiculizar al gremio real de los intelectuales.

Los intelectuales: dícese de aquellos seres superiores que preservarán la especie humana de manera digna, inmoral e inteligente, como el hombre debe ser. 

Decía, Marx es sólo un pretexto para aquellos jactanciosos de haber vivido la maravillosa y productiva época de brillantez y boom literario en México, por lo menos. Un par de maestros son de ese tipo intelectualoide, de aquellos que no perdonan errores y no hay más verdad para ellos que las ciencias sociales. Estudio, a mi parecer, ridículo. Es deslindarse de la psicología como la ciencia que analiza con más apego al comportamiento humano para convertirse en migajas de estudios que de por si son bastante absurdos. Resulta entonces, que las personas tenemos patrones de conducta y que éstos, innegablemente, son consecuentes y marcan un estándar en el ser y hacer humano. Las ciencias sociales son ciencias porque a la Real Academia de la lengua Española se le ocurrió una definición nada separatista para dicho concepto. En fin. Probablemente sea solo una idea sin fundamentos. Así funciono yo. Tendría que recurrir –si aceptara concejos precipitados y poco sabios- a los servicios de algún terapeuta que me ayude con tan grave problema de ignorar que las cosas son un algoritmo, tienen un orden, un por qué, y ante todo, consecuencias. Igual vale madres.

Terminaré diciendo, con propósitos de redención introspectiva, que este escrito ha cumplido el propósito de mitigar lo mitigable y ahora me siento mucho mejor. Por un rato. Después de que la sensación inmediata de liberación se disipe, encontraré otra excusa para hablar mal de los psicólogos y letrados sociales que invirtieron gran parte de su tiempo en entender a personas como yo. A eso le llamo fe.


María Fernanda Salazar Romero

lunes, 9 de agosto de 2010

Memoria

Ha dejado de preocuparme el no poder recordar. Paulatinamente, todo lo que conozco como existencia en este mundo, en mi mundo, en mi realidad tangible, se desvanece. Deja de ser en el momento en el que me olvido de ello. Y es precisamente esto lo que me asusta. Pensar en las cosas que dejarán de existir por mi culpa.

El perro que hoy se apareaba con otro perro será olvidado en unas horas, en unos días. No lo recordaré. Entonces, ya no será. No más. El fin del mundo se acerca, pues ya no puedo recordar.

‘Todo’ es el conjunto universal de entidades, formas, ideas líquidas, sólidas, etéreas dentro del conciente humano. Entonces, lo que percibimos como sociedad, como realidad, no es más que la conjunción de muchas realidades, de muchas percepciones. Si en este momento todos olvidáramos, simplemente dejaríamos de ser.

Qué angustia da el no ser más que el no vivir. El vivir es una de las tantas cosas que provienen y se dirigen hacia el mal. El ser mismo culmina en el mal. Cito a Leopardi “No hay otro bien sino el no ser”. Y todo lo existente es causante de dolor. La naturaleza, el aire, la lagartija que se alimenta de moscos que se alimentan de sangre que pican que dan comezón que causan dolor. Todo empieza y culmina en el hombre, non plus ultra de la realidad tangible.

Después de perder la memoria, que no es más que todo lo que conozco, que no es más que lo que queda de mi ignorancia, que no es más que una realidad ambigua, deforme, siniestra, absurda, tortuosa, ridícula, inmoral, irrespetuosa y soberbia que yo he creado a partir de lo que veo, pienso y siento; que no es más que un defecto humano, que no es más que un intento más de quien quiera que sea Dios de que los errores se cometen para tener de qué hablar al día siguiente (si es que existiera un día y éste tuviera una secuencia) Ahora que lo pienso… todo lo que hacemos y dejamos de hacer, encapsulado en el tiempo que a la vez tratamos de medir en cubitos y demás figuras geométricas, es un hecho continuo y no se detiene. No dejamos de hacer, de crear, de destruir creando, de crear para destruir… de destruir. No paramos. El meridiano 0 nos indica única y exclusivamente una sucesión de turnos en una jornada eterna para acabar con el mundo. No hay día ni noche que nos detenga. Somos imparables. Somos despreciables.

Por fortuna esto está escrito (por fortuna para mi, pues olvidar le causa tortura al estilo medieval a cada uno de mis órganos, si existieran) y entonces puedo hacerme una memoria de papel, leer en qué iba. Tengo entonces una tentativa libertad al escribir. No se que tan bueno o malo sea eso, pero es reconfortante. Y reconfortante no porque me ate a una idea que ya he concebido anteriormente, reconfortante porque entonces sé que aun existo. Pero pensándolo bien, no es tan bueno. Soy una niña muy incoherente, indecisa. Pero al menos soy. O quién sabe.

En fin…Estaba en los errores y cuán divertidos son para las conciencias que se percatan de éstos. Ciertamente ya se me olvidó por qué hablaba de ello. No importa.

Seguiré leyendo a Cocciolli. Me hace pensar. Entonces existo, diría alguien por ahí que no recuerdo. Su frase ha sido tan desgastada que he preferido olvidarme, injustamente, de su ser en la historia. Qué terrible… Pero estoy en mi derecho.

¿Me irá a doler cuando me olvide de aquello que quiero y con un mágico “puff” desaparezca? ¿Tengo yo la cualidad de decidir si olvidar o no? ¿Cómo…? De hacerlo, de poder dominarlo, podría entonces dejar de sufrir y seguir barriendo la casa. Labor que fue interrumpida por esta necesidad loca mía (que no Locomía) de pretender que existo.


Continúa…. 

María Fernanda Salazar Romero

jueves, 5 de agosto de 2010

Zinfandel

Van 4 horas desde mi última copa de vino. Estoy bien. Pese a lo que mi estabilidad física y mental aparente. He hojeado un libro viejo y huele a tiempo, a hojas amarillas, a madera y azúcar. No leeré porque los párpados ya me pesan. Fue mucho alcohol y ahora es poco el ímpetu que resta para tomar un libro y prestarle la atención que se merece, no obstante el autor. No importa, entonces pensaré. Recostada en el catre que aguarda mis movimientos nocturnos observo el techo. Vaya, qué sed. No es tanta como para acceder a moverme en el estado casi catatónico en el que me encuentro. Cómoda en mi inmovilidad pienso. Tal vez debí apagar la luz por si en un momento sucumbo ante los párpados que tienen más vehemencia que la dueña. Sí, ustedes, par de membranas caprichosas, me pertenecen.

¿Y en qué pienso? En mi sed… vaya, qué mediocridad, no es tanta ni tan poca como para determinarme a bajar por un vaso de agua. Hasta en eso soy una mitad: mitad mujer, mitad humana, mitad salmón, mitad cigarro, mitad viviente. Tal vez sea un zombie, ¿por qué no?... Eva Luna platica con Carter, el saxofonista de Cortázar. Se miran entre palabras y luchan por entenderse. Orgía de letras y tiempos. En el buró reposa una tortuga de felpa en la que reposa una hoja blanca en la que reposa tinta en la que reposan mis palabras en las que divagan mis ideas. Pobre tortuga. Y al lado, las palomas musicales que le robé como herencia a mi abuela. Debería dejar a un lado la descripción absurda de mi habitación y tomar un poco de agua. O vino.


Van 4 horas, 12 minutos desde mi última copa de vino. Tal vez esté ebria. Recuerdo mi mano dejando la botella después de servirme un último trago. La mesa goteaba sangre que hacía de charco en un piso parecido al parqué. Bebí. Creo que maté a alguien. Y yo con esta sed.


María Fernanda Salazar Romero

martes, 13 de julio de 2010

Punto y coma

Poemas. Escribir poemas. Sé escribir poemas. No sé escribir poemas. Yo no sé escribir poemas. Yo no sé escribir. Yo no sé. Yo no. No.


María Fernanda Salazar Romero

jueves, 8 de julio de 2010

Zalgo... adiós.

Y de vuelta a lo paralelo, descubro a un gigante en llamas con manos de sierpes y dedos de confeti ... me dice: ven, ven Fernanda. Sus ojos son Bemoles, turun larala... ven Fernanda... y ahí voy, hacia el gigante en llamas, que me mira, que me ansía, que me clama... que me asusta.
    tururu larala
    tururu larara
    Un conjunto de compases, de yuxtaposiciones, de algoritmos, de botoncitos: me lapidan en esta terraza de roca volcánica en la que observo... Ahí viene, o se va... va... qué triste. Corro... lo he decidido...
      Salto.
      tururu larala
      tururu... larala
    Gigante de espalda triste... canta conmigo...
      María Fernanda Salazar Romero

    domingo, 4 de julio de 2010

    Una cuarenta y dos de la mañana del tres de julio del dos mil diez...



    Imagen
    Tu cara
    Azul, gris…
    La música de los escarabajos
    El color de tu energía
    Tu voz
    Yo conozco tu voz
    Tú…

    Del agua al viento…
    Yo lo se, lo veo
    Chocolates, gomitas
    Whisky
    13…70’s
    En lo números…

    … persistiré, con esto me basta. Contigo me basta.





    María Fernanda Salazar Romero

    miércoles, 30 de junio de 2010

    De naranjas, marrones y fucsias... Oh, oh, oh it's magic! ♫



    Que gracia la tuya de hacerme sentir aquél miedo olvidado, el miedo al vaivén perpetuo del agua de los ojos. Juguemos a desearnos un rato, a ver qué pasa. ¿Y tu piel? No existe ahora, no la hay… está pegada a la mía…. ¿Tus gestos? ¿Tu silueta? ¿Tu andar?... en mis pupilas… Todo tú en mis pupilas....


    María Fernanda Salazar Romero  

    lunes, 28 de junio de 2010

    Absolut con jugo de manzana

    Dame tu oreja tu noche tu lengua dame silencio                                  
                                                                  oasis  del que bebo paz e indulgencia reflejo de tristeza por las noches inundadas de rocío                                                       Rondas rondas colibrí pululando néctar de flor marchita                                           
                                                                                                                                                                                    Marchita tu luz tu vuelo tu ausencia y vuelvo a tu arena a tu sexo a tu vientre en donde me vierto y vacío




    María Fernanda Salazar Romero

    miércoles, 23 de junio de 2010

    lunes, 14 de junio de 2010

    Cuando Zappa fue superado por Pancho Pantera

    Puedo decir cualquier cantidad de cosas, por ejemplo, que el cielo es azul porque así es el efecto de la opacidad del universo al converger con los rayos de sol tocando la atmósfera. Puedo decir que la eternidad no le ha bastado a Dios para morir, si es que pudiera, si quisiera, si existiera. Puedo decir que te quiero. Que te quiero como nunca. Y te quiero aquí, ahora, como ya has dicho antes. Pero no diré nada de eso, porque, ¡vamos! todos saben por qué el cielo se ve azul.


    María Fernanda Salazar Romero

    miércoles, 2 de junio de 2010

    Cuando mandé a la mierda a mi ventilador y terminé asumiendo un temor.


    Hace mucho calor. Y yo que no puedo andar en las calles desnuda porque, diría Luis, es moralmente incorrecto. ¿Qué normas sociales anteponen entes como el bien y el mal (de los que, por cierto, no tenemos certeza) por la supervivencia del hombre? ¡Oh! espera, ya entendí...


    La moral me asusta.



    María Fernanda Salazar Romero

    viernes, 28 de mayo de 2010

    Entre azul y buenas noches

    Qué terrible es este sueño.
    Cae sobre mis párpados y éstos solo quieren ceder.
    Pestaña no caigas, sostente, no me hagas parecer una loca.
    No, otra más. ¿Y yo qué? si no quiero dormir...
    ¿quién entonces rige sobre ustedes sino yo?...
    ¡Basta ya!

    Me desvanezco... no quiero.
    Espera...

    Es que tengo algo muy importante que hacer aun.
    No puede espe... esperar... Un bostezo. Lo que faltaba.

    Qué terrible este sueño.

    Debo verlo un instante más.
    Por favor.
    No quiero perderme uno solo de sus gestos.
    Sueño... sueño... pesadez.

    Está bien.
    Con la única condición de que mañana, al despertar, él siga aquí a mi lado.

    Ahora... duermo.


    María Fernanda Salazar Romero

    viernes, 21 de mayo de 2010

    Haches y Johnny Cash


    “No hubiera encontrado mejor momento… Si no es ahora, qué sentido tendría el tiempo”
    Me confieso arpía, una charlatana ideática, obsesiva; sin tiempo, con mucho tiempo. Ansío a la ansiedad misma por ser tan libre y hacer con las voluntades de quienes la miran lo que ella quiere. Me alimento cual garrapata de la inspiración ajena, pues no me dreno con facilidad. Soy difícil. Soy (no estoy) apátrida, desposeída, desahuciada… siendo entonces mi único hogar el Universo.
    Entonces decido que lo mejor no es huir, sino andar por aquí, por allá. De un lado a otro, como sonámbula conciente, como queriendo engañarme. Justifico ahora mi indecisión porque, además, soy indecisa. Y tan pocas veces he hablado de mí como del mundo, como de todo lo que aflige a la masa y de todo lo que nos falta por joder.
    Estoy adolorida: los ojos de ver, los oídos de escuchar. Falta mucho, falta todo y yo aquí. No hago nada y no soy útil. Nadie lo es. Quiero ser un frijolito, semilla. Crecer sin pensar. Enredarme, crear, dar vida y no quitarla.
    Me mezclaré con un alguien. Con muchos alguien. Y trataré de entender, que es lo único que me queda. Después de todo, estoy muriendo.
    María Fernanda Salazar Romero

    martes, 6 de abril de 2010

    Pedro



    Las manos temblorosas. Como cuando hace mucho frío y el cuerpo, a manera de mecanismo de defensa se sacude para producir calor. Pedro no tenía frío. Solo ansiedad (así se le llama a tener ganas y miedo a la vez) por verse al espejo.


    Parado, pensando en su rostro. Pensando en él, en las nuevas sensaciones y el por qué. Ahora, el calor no solamente era percibido por el cuerpo. Era un estado mental, de pesadumbre.


    -¿Y entre pieles?, Pedro.


    -El contacto entre humanos se asemejaba a una colisión de masas, a un choque abrupto entre gente que circula por ahí y no se da cuenta de cuan vulnerable soy, era… lo era a todo. Además, es insoportable. Tocar otras pieles, otras texturas. No es igual… no.


    -¿Por alguna razón te parece que les importaba?


    -¿No? Yo pensé…


    De pie. Quería verse por última vez. Después de todo, así viviría por siempre.


    -Yo la amaba tanto.


    -Disculpa, pero por más que alguien ame a una persona… ¡Vamos! Pudiste haberle regalado una flor, chocolates, peluches. No tu piel.


    -Si hubiera visto esos ojos, esa boca, ese ser; señorita. ¿Qué mayor presente que mi piel para protegerla del mundo, de la gente? Me carcomía el alma pensar en que se contaminara su cuerpo con las partículas de miseria que la rondan y se esparcen con el aire. ¿No las siente? Tocan la piel y son como agujitas que se incrustan e inyectan un veneno que va degenerando paulatinamente el cuerpo. No son mortales en dosis moderadas, incluso ayudan al crecimiento humano, del alma. Pero hay tantas, señorita, tantas que son corrosivas en conjunción. Y su piel, su bella piel no tenía porqué carcomerse con miseria.


    -Después de que le dieras tu piel, ¿no actuó como si estuvieras demente?


    -No. Yo le expliqué el por qué de mi regalo y ella sonrió. La tomó entre sus manitas, la observó un rato con mucho morbo y después se la puso como capa. Se la até alrededor del cuello con un listón. Ella estaba protegida entonces por algún tiempo.


    Amelia se fue. Con la piel de Pedro, con todo su amor. Ella prometió verlo de nuevo en algún punto de la historia. A Pedro esa promesa le bastaba para vivir, para esperar durante toda su vida.


    -¿Esperar toda la vida? ¿Cómo es eso?


    -Cuando el único propósito de la vida es amar, la espera es lo único que alienta. Es la fe de los pacientes.


    Cuando Pedro iba a morir, iba a echar un último vistazo al espejo, a su reflejo sin piel. Lleno de músculos apolillados por las esporas de la miseria. Rojos, casi muertos por la espera. Amelia no regresó a tiempo. Pedro murió.


    -Vaya, qué tristeza que fallecieras antes de verla. ¿Esperaste muchos años?


    -No, señorita. Sí la esperé… ¡y vaya que me hubiera gustado esperarla más! Pero, ¿cuánto tiempo cree usted que puede un hombre sobrevivir sin piel?


    Así fue como Pedro se quedó sin piel. Así fue como Pedro esperó a Amelia un día entero: el resto de su vida.



    María Fernanda Salazar Romero

    miércoles, 27 de enero de 2010

    Esmalte fuxia

    Veo caer la luz sobre tu espalda. En ti, que yaces como queriendo seducirme. Y te entretienes en respirar: despacio, despacio. Mientras tanto, decido hacerte mío.. O tal vez no.