sábado, 22 de noviembre de 2008

¿Quieres mecerte en los columpios?

-Nunca me había visto caer de tan alto. Jamás, en toda mi existencia, imagine poder ver el vacío como mi lugar de llegada. Así fue cuando me precipite a aquel barranco.

-Pero, ¿que te llevo a tomar la decisión de dejarte ir?, ¿de morir?

-Bien, como supongo que ésta entrevista es meramente protocolaria y que, por obviedad ha escuchado muchas razones para que la gente se precipite como yo, debo advertirle que mi razón va más allá de un impulso visceral o de algún problema de conexión neuronal. No, no, señor; mis dendritas y axones siempre funcionaron bien (eso parecía). Es simplemente que me avente porque quería volar. A medio salto me di cuenta de la muy posible probabilidad de morir, pero le repito que nunca padecí de mis facultades mentales (y tal vez era parte del plan). Aunque ahora en este mundo, todos nos jactemos de lo contrario, ¡si! es una especie de justificación a lo que hacemos o dejamos de hacer, pero eso ya no me preocupa y no nos concierne ahora. Dada mi explicación, y si no tiene nada mas que preguntar, ¿me dirá a donde me dirijo? ciertamente soy nuevo en esto de morir.

-Un momento. Mas allá del protocolo y de las fórmulas a llenar, me haz llenado la mente de dudas, porque, a decir verdad, son pocos los que me han tratado de justificar el suicidio con un acto de descubrimiento aéreo, así que... Seguid hablando... Necesito saber de donde surgió tu idea de volar. Y lejos de ello, ¿no se te ocurrió antes investigar, indagar y ¡vamos! por sentido común, cavilar sobre lo que hacías?

-Esta usted confundiéndose irremediablemente. Nunca intente matarme. No justifico un suicidio (aunque tengo todo el derecho de hacer con mi cuerpo lo que me plazca. Nunca pensaría en la excomunión, ridiculeces de la iglesia) solamente, quería volar. No pasó nada más por mi cabeza que la idea de volar.

Al momento de ver el vacío, de sentirme caer en picada, supuse que mi cuerpo se adaptaría a las circunstancias, y al verse en dicha adversidad, me tendrían que haber salido alas.

-¿Estás seguro de que no padeces de tus facultades mentales? mira que aquí tengo tu expediente (que debí revisar antes de cualquier otra cosa [tendré problemas con el Jefe])

-Si. Seguro. Aunque de pequeño siempre tuve problemas con unos grandulones. Ya sabe, cosas de niños. Y de adultos también. Siempre me decían que era raro, que de cierto modo les incomodaba que me pasara todos los recreos meciéndome en los columpios (hubieron maestros que me diagnosticaron autismo, me parece que ahora se titulan de pedagogos y médicos diagnostas).

Yo no le veo nada de malo en querer ver el cielo y el césped al mismo tiempo, trataba de mecerme lo más rápido y alto posible hasta lograr que el azul y el verde convergieran en un solo matiz. No me mareaba, ya tenia cierta experiencia. Bueno, tal vez me tachaban de tanta barbaridad porque también les solía gritar que de un momento a otro, me saldrían alas. No como ángel, sino unas alas de verdad para poder volar (y culminar con el éxito de mi plan). Mis padres hubieran estado orgullosos de su hijo volador. Lástima que los harté antes de demostrarlo.

-Veamos, R... S... M...., hombre caucásico de 21 años, escritor de vocación, sin hijos, infancia estable auque huérfano desde los 12 años. Viviste con un tío y en tus ratos de ocio te dedicabas a cantar desentonadamente (creo que ya no es pecado). Muy bien. Información general. Buscare, ¡si, aquí esta!: la lista de tus pecados. Mientras subrayo algo importante, dime, ¿por qué querías volar?

-Ah mire; señor, ángel o lo que sea

-Pedro, dime Pedro

-Mire, Pedro, me avente al barranco porque me harté del columpio. Iba rumbo a un lugar en lo alto de la colina donde existe un árbol verdaderamente magistral, forrado de hojas que despedían un olor a fresco y a añejo a la vez (¿de que seria ese árbol?). Justo ahí me pareció un lugar perfecto para instalar un columpio. El árbol, no obstante su follaje, me permitía ver claramente lo distante del cielo y lo pasajeras de las nubes, ya mezclar los colores pasaba a segundo termino (siempre lo fue, aunque me gustaba de sobremanera). Solo practicaba el movimiento preciso para emprender el vuelo. Con resultados nulos, por supuesto.

Iba rumbo a mi ya acostumbrado y sabatino destino, cuando advertí un barranco al otro lado de la colina, era una colina grande, pero no lo suficiente como para llamársele montaña. Así que, me decidí y me arrojé al vacío para volar. Y heme aquí, esperando la deliberación de mi sentencia. Sinceramente ya me hastié un poco, así que, si agiliza el tramite, se lo agradecería muchísimo.

-R... He revisado la lista de tus pecados. Las políticas del Jefe se han ido modificando y cada vez se vuelven más flexibles. Te lo digo yo, que he visto las puertas abrírseles a cada tipo, pero esos son designios de él. Resulta que hay mucha oferta y muy poca demanda, como que ya no esta de moda El Cielo, así que el Jefe aplica la de "las ofertas". Una vez implanto el 2 x 1, pero las cosas no salieron bien. Dejamos pasar a unos tales Grimm, y vieras que cosas... en fin.

Me parece que puedes pasar, pero... no me contestaste por qué querías volar.

-¡Ah si!, quería ver a Dios. ¿Lo podré ver ahora que entre? Como su popularidad ha bajado, supongo que no será gran problema.

-Si.

Sonreí y entré. ¿Quieres mecerte en los columpios?





María Fernanda Salazar