viernes, 21 de agosto de 2009

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Hoy, no tengo más

Tristeza para ti

Las piedras, sin furia,

Me han comido las uñas

En donde yacen los restos de mis entrañas,

Se halla el silencio absoluto, la espera eterna

De compases vacíos.

A lo lejos, el llano

Después la sombra y, aun así, quiero seguir.

Ansío el olor, la calma

Las raíces de tus palmas

Camino y espero

A la vuelta, siempre

Ahí, justo ahí, donde recuerdas.

Y cuento apacible:

Un poco de nada

Un par de cabellos

Algunos puntos de tierra.





En lo oculto…

Ahí en el columpio oscuro…

Te espero…


O&O

sábado, 1 de agosto de 2009

La naturaleza de Oaxaca



En los oídos estallan diminutas bombas, suenan a tiempo, a metal

El corazón se ha vuelto de agua tibia, vibrante y a la merced de
l calor -se evapora-
El discretamente escandaloso vaivén de las ondas vuelve el agua turbia


Se estanca, es lodo

En una conexión que es meramente natural y extraordinaria, las manos intervienen en lo que pareciera el comienzo de la hecatombe corporal (y espiritual, y mental)


Ya todo es amorfo y sigue el ritmo, todo junto en su anarquía, de los estallidos, de las ondas, del jadeo fulminante

Un labio, el mordisco, una pierna, el nudo. Los cabellos se enredan, son ramas que crecen en los rostros.

En los oídos estallan diminutas bombas, suenan a tiempo, a paz
El corazón estalla

La y las gotas. Caen una a una, resbalan por una espalda y se hacen charco en el abrazo.

Los sonidos poco a poco toman su lugar. Vuelven a los orígenes, a la garganta, a la entrepierna. Se acomodan en el silencio perpetuo.



Se hunde, se hunden en el charc
o.




MaríaFernanda Salazar

viernes, 26 de junio de 2009



Miserable mujer.
Tapa su boca y no halla manos suficientes para taparse los ojos y oídos a la vez
Ya no es tristeza, la antes bien ponderada y devaluada tristeza. Alguien le enseño que valía, si es que existiese el valor de lo invaluable.
Su miseria llega al grado de detestar su existencia misma, en esencia (que alguna vez creyó tener, como tantos creen y creen bien). Ya no es ni quiere ser.

Miserable mujer, que no siente ni la desgracia misma, ni la desgracia por el prójimo, menos aún la propia.

Harta de pronunciar palabras de connotación pretenciosa, harta de escuchar lo insensato. Nada le sabe. Un beso no le sabe. Ni la gota que es lágrima, ni el gesto que es sonrisa.

Ensimismada en la apatía de su gremio, decide abstenerse hasta del más común de sus usos. Común, ahora su uso es común y se encuentra miserable. Ambas coincidimos en ello. Miserable hasta la uña, la pestaña y el codo.

Ahora tratará de aislarse y asirse a su no sentir. Tal vez crea ser imperceptible. No diré lo contrario. Para mi lo es.

Miserable mujer que, lamentablemente, calla y observa. Que no se da a entender porque el mundo se ha desentendido de ella. La ha olvidado. Y ella hace lo propio. Ambos, omitiéndose mutuamente, estarán bien. A nadie le hace ni mal ni bien la presencia de alguien que no quiere ser partícipe de la fatiga cotidiana de la extinción.


MaríaFernanda Salazar

jueves, 14 de mayo de 2009

12:12 post meridiem



Hubo una luna roja
Una espina
La flor que es cuna de la noche, el pétalo que es cántaro de rocío
Y el viento, como llamas entre el mundo y el cielo.
Aun se siente el calor, se puede oler.

Fue la ocasión, el tiempo aquél donde existió el futuro
El lugar donde convergiese el alma y el cuerpo, el lugar donde convergiesen las almas y los cuerpos.

Sí hubo una luna roja,
Y mi sangre derramó una gota en la espina
Fui la flor junto al rocío
Sentí calor, lo pude oler.


MaríaFernanda Salazar Romero

domingo, 12 de abril de 2009

El último recurso siempre es el gato



La mujer se desteje. Sus piernas pronto son una madeja de hilo blanco con tonos grisáceos. Con sus manos deshace los nudos que forman sus rodillas. Justo ahí se detiene. Decide no seguir. Espera que en cualquier momento llegue el gato y comience a jugar con la bola de estambre hecha de humano. Ella lo dejará tal vez al azar, a las inmensas probabilidades que existen de que la curiosidad del animal termine con ella.(¡Cobarde!)

Escucha el cascabel de Sócrates sonar y su pecho está siendo atacado por un corazón que palpita a una velocidad tal que no parecen ser pálpitos, sino un único impulso para salir de ahí, de su cuerpo.

El gato ronda el hilo. Lo ignora. Tal vez huela mal o no tenga ganas de jugar con él. Solo se echa al lado de la silla en donde su triste y patética dueña esperaba un acto de compasión casual y sin empeño de la mascota ingrata. Ante tal acto de poca caridad del viejo Sócrates, la mujer decide tomar los ganchos y tratar de volver a tejer desde sus rodillas hasta sus pies.

Nada más triste que el arrepentimiento.


MaríaFernanda Salazar

miércoles, 4 de marzo de 2009

Una carta de Beatriz




Todo lleva tu nombre, todo conduce a ti
Incluso el vuelo libre del ave, incluso el trayecto incierto del viento

En un instante advertí todas las razones por las que el día de hoy amanecí amándote, con todo y mi extraña repulsión a los amaneceres. Abrí mis ojos, vi el mismo techo de hace un año, aun cuando mi residencia es diferente. De manera casi instintiva comencé a sonreír.

Ahora creo que somos dos amantes que disimulan su comunión, que ocultan al mundo sus besos y manos por miedo a la putrefacción cotidiana. Por mí esta bien, vida, por mí esta bien.

Ciertamente yo creo y tu no. He ahí mi fijación por hacerte creer, aunque no lo creas. Lo reiterativo me es indiferente, tú siempre entiendes.

En ocasiones no quisiera escribirte más, quisiera que mi inspiración fuera otra cosa y no solo tu ausente existencia, pero esas ganas desaparecen cuando veo a la demás gente, cuando me siento triste. Justo ahí estas tu, en mi tristeza.

Soy depresiva…
Mi alma es azul, se escucha como blues.

Bien, he llegado al punto de incoherencia no tan extrema, la suficiente, y no profanare mi presente y futuro oficio. Así pues, termino de escribir con un punto.


MaríaFernanda Salazar Romero

martes, 24 de febrero de 2009

Café soluble

Veo en las arcas del olvido mi destino final
desvanecerme como niebla en aquellos recuerdos compartidos
en aquellas siluetas familiares

Quiero estar entre las rocas
donde la espuma de las olas se guarece y deja marca de su estadía. Ahí pertenezco, a la siempre fiel memoria del mar, al canto nocturno y a la bienvenida del alba. Al oscuro absoluto y siniestro, al que se le ama y al que se le teme. A la humedad permanente.

Seré la burbuja en el agua
seré parte
seré azul, como hasta ahora mi alma lo fué.


MaráFernanda Salazar Romero

lunes, 19 de enero de 2009

Simplificación de operaciones con polinomios






Tuve que enterrar el alba que me acompañaba en los oscuros y fríos resquicios de mi mente. Opté por donar a los más necesitados mi necesidad loca de hallar verdades y frustrar delirios. Ahora soy un mejor ser humano.

¿Cómo serlo sin mi luz permanente, sin la oscuridad que causa su ausencia?
No habría la una sin la otra. No hay existencia misma sin lo opuesto.



La espera pudo haber culminado ya.
Espero que no sea así, no quiero caer en los brazos del monstruo que todos los días lo ve todo de verde y azul, y se conforma. Es feliz, y se lo agradezco.

Ahora que solo me queda no esperar, esperaré a que el alba reviva, esperaré a hallar la verdad, y lo que más ansío esperar, es delirar como solía hacerlo antes de encontrar la felicidad.


MaríaFernanda Salazar


(Arte: César)