martes, 6 de marzo de 2012

Estigmas.

Soy una mala persona, lo confieso. Me he ganado el auto-repudio por conocerme tan bien. Tal vez debí poner distancia la primera vez que me vi, pero no pude evitarlo: mi misticismo, arrogancia y ese hermetismo patológico tan de mi me atrajeron desde aquél encuentro.

Esa manera de hablar, de tratar a la gente pendeja (de creerla pendeja), esa mentalidad congénita de dejarlo todo al último y esa repudiable fe en mi, me hicieron la persona que soy y a la que ahora no trago ni en pintura.

Dicen que polos opuestos se atraen, imagino que en un punto fui compasiva, humilde e ingenua. Eso tal vez influyó. No se. No se nada.

Esa misma fe que me tengo me lleva a decretar que seguiré intentando aceptar esa neblina otrora luminosidad que existe tan arraigada en mi propia percepción.

Un mal encausado a un bien siempre termina mal... y eso lo he entendido hoy, que nuevamente me veo abofeteada por esta mugre suerte que me he ganado a pulso.