miércoles, 6 de marzo de 2013

Para la Chatita

El día que Agustina se murió yo no lloré. Alcé la bocina del teléfono y solo escuché hablar a mi padre. Tampoco sonreía, no importaba ya.

El día que Agustina se murió yo no lloré. Sueño con ella a menudo. Ella viene a verme, sabe que estoy bien y se va. Cuando ella me siente triste, me abraza, me hace sonreír, y de nuevo se va. Como hacía en vida.

Ella no fue muy cariñosa, ni me daba besito de buenas noches. Cuando niña, ella me cuidaba junto a Bernardo, mi hermano menor. Ambos estábamos a su cargo porque mi madre estaba en el hospital.

En las noches, Bernardo y yo abrazábamos la ropa de mi madre y, a veces, jugábamos a buscarla. Teníamos que ser muy cuidadosos porque Agustina nos vigilaba desde su mecedora. La espiábamos a través del ventanal que estaba en nuestra alcoba. Pensábamos que Agustina era un dragón que nos echaría flamas si descubría que nos estábamos escabullendo para encontrar a mi mamá. Pero la realidad era que Agustina jugaba también con nosotros. Rechinaba la mecedora para espantarnos... así podríamos comenzar de nuevo nuestra empresa en busca de la amada princesa.

El día que Agustina murió no llore. No la he llorado en 5 años. Es que sigue jugando conmigo, en mis sueños. 

Tal vez después de todo, murió para que Bernardo y yo pudiéramos encontrar a mamá.

viernes, 1 de marzo de 2013

Requiem

Vine a pedirte que no me olvides, porque eres mi pasado. Porque te quise de mi vida a la muerte, más que nada, más que nada como al amor mismo, ¿recuerdas?

Vine a decirte que estamos aquí, allá, lejos los dos. Pero me siento a salvo cuando te recuerdo, porque sé que existo... o que fui.

Vine a pedirte que no me olvides, porque sin lo que fuimos yo no podría ser tan feliz ahora.