Ha dejado de preocuparme el no poder recordar. Paulatinamente, todo lo
que conozco como existencia en este mundo, en mi mundo, en mi realidad
tangible, se desvanece. Deja de ser en el momento en el que me olvido
de ello. Y es precisamente esto lo que me asusta. Pensar en las cosas
que dejarán de existir por mi culpa.
El perro que hoy se apareaba con otro perro será olvidado en unas
horas, en unos días. No lo recordaré. Entonces, ya no será. No más. El
fin del mundo se acerca, pues ya no puedo recordar.
‘Todo’ es el conjunto universal de entidades, formas, ideas líquidas,
sólidas, etéreas dentro del conciente humano. Entonces, lo que
percibimos como sociedad, como realidad, no es más que la conjunción de
muchas realidades, de muchas percepciones. Si en este momento todos
olvidáramos, simplemente dejaríamos de ser.
Qué angustia da el no ser más que el no vivir. El vivir es una de las
tantas cosas que provienen y se dirigen hacia el mal. El ser mismo
culmina en el mal. Cito a Leopardi “No hay otro bien sino el no ser”. Y
todo lo existente es causante de dolor. La naturaleza, el aire, la
lagartija que se alimenta de moscos que se alimentan de sangre que
pican que dan comezón que causan dolor. Todo empieza y culmina en el
hombre, non plus ultra de la realidad tangible.
Después de perder la memoria, que no es más que todo lo que conozco,
que no es más que lo que queda de mi ignorancia, que no es más que una
realidad ambigua, deforme, siniestra, absurda, tortuosa, ridícula,
inmoral, irrespetuosa y soberbia que yo he creado a partir de lo que
veo, pienso y siento; que no es más que un defecto humano, que no es
más que un intento más de quien quiera que sea Dios de que los errores
se cometen para tener de qué hablar al día siguiente (si es que
existiera un día y éste tuviera una secuencia) Ahora que lo pienso…
todo lo que hacemos y dejamos de hacer, encapsulado en el tiempo que a
la vez tratamos de medir en cubitos y demás figuras geométricas, es un
hecho continuo y no se detiene. No dejamos de hacer, de crear, de
destruir creando, de crear para destruir… de destruir. No paramos. El
meridiano 0 nos indica única y exclusivamente una sucesión de turnos en
una jornada eterna para acabar con el mundo. No hay día ni noche que
nos detenga. Somos imparables. Somos despreciables.
Por fortuna esto está escrito (por fortuna para mi, pues olvidar le
causa tortura al estilo medieval a cada uno de mis órganos, si
existieran) y entonces puedo hacerme una memoria de papel, leer en qué
iba. Tengo entonces una tentativa libertad al escribir. No se que tan
bueno o malo sea eso, pero es reconfortante. Y reconfortante no porque
me ate a una idea que ya he concebido anteriormente, reconfortante
porque entonces sé que aun existo. Pero pensándolo bien, no es tan
bueno. Soy una niña muy incoherente, indecisa. Pero al menos soy. O
quién sabe.
En fin…Estaba en los errores y cuán divertidos son para las conciencias
que se percatan de éstos. Ciertamente ya se me olvidó por qué hablaba
de ello. No importa.
Seguiré leyendo a Cocciolli. Me hace pensar. Entonces existo, diría
alguien por ahí que no recuerdo. Su frase ha sido tan desgastada que he
preferido olvidarme, injustamente, de su ser en la historia. Qué
terrible… Pero estoy en mi derecho.
¿Me irá a doler cuando me olvide de aquello que quiero y con un mágico
“puff” desaparezca? ¿Tengo yo la cualidad de decidir si olvidar o no?
¿Cómo…? De hacerlo, de poder dominarlo, podría entonces dejar de sufrir
y seguir barriendo la casa. Labor que fue interrumpida por esta
necesidad loca mía (que no Locomía) de pretender que existo.
Continúa….
María Fernanda Salazar Romero
2 comentarios:
Construimos un mundo con las esferas muertas de antepasados que creímos conocer... Ahora navegamos en la inmensidad de nuestras propias creaciones, desde tu blog hasta lo que hay en tu mente ahora...
Vivimos ¿encerrados? en una jaula de huesos que.... que ya olvidé que iba a decir...
me gusta como escribes. :)
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