lunes, 29 de agosto de 2011

Espera, niña.


¡Ay amor!, tú dispensarás la rudeza, pero es que lo tienes que saber. Ese olor a humedad selvática en las mañanas, esos amaneceres llenos de rocío, esa pesadez del aire calentándose con el sol recién desenvuelto de estrellitas, esa resolana aniquiladora de las 6am... todo eso: me caga.

Yo prefiero la noche. De noche, los entes son más permisivos y pueden salir a perseguir a sus amados humanitos vivos, los juicios espirituales se tumban con la oscuridad.

De noche, la luz es valorada, las veladoras se lucen, el aire es frío y, ahora sí, me abrazas cómodamente.

De noche me doy permiso de velar tus sueños y abrazarlos como míos, puedo bailar sobre tus pasos, correr sin saber qué piso, arriesgarme a sucumbir. De noche te amo bonito.

¡Ay amor!, tú dispensarás la rudeza, pero ¡ah!, cómo me caga que amanezca. Tengo que esperar todo un día para que vuelva a anochecer.





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